Una ballena azul en tu buzón

Publicado el 26/05/21
– Los miércoles de libros 019 –

Esta historia puede que te sirva.

O a mí. O a ninguno de los dos.

Es una muestra de que cualquier idea puede ser negocio, y de que cualquier negocio puede transformarse con buenas ideas.

El protagonista es el escritor de literatura infantil, Mac Barnett.

No sé qué será de él ahora. Sí lo que contó en una charla en 2014.

Mac es una de esas personas que abre las puertas de los armarios para ver si al otro lado está Narnia.

(un día abrió la puerta del armario del novio de su madre, y no encontró precisamente criaturas mágicas 😄).

Siempre ha trabajado en torno a historias impregnadas de fantasía.

También en negocios que son, en sí mismos, pura narrativa fantástica.

Como una tienda de artículos para piratas.

Con sus parches de colores, ojos de vidrio y limón por todas partes para que no enfermes de escorbuto.

Luego creó una tienda más loca.

Un mercado de viaje en el tiempo con este gran eslogan: «Donde estés, ya estuvimos».

En la entrada, una máquina del tiempo averiada, con un cartel que decía «Fuera de servicio. Vuelva ayer».

Y vendían.

Vendían cosas como desodorante vikingo con aroma a uñas de pies, sudor y verduras podridas. Chips de emoción para robots. Trozos de mamut en lata. Lenguas muertas en frascos de cristal.

Todo esto era la excusa y la fuente de ingresos para tener en la trastienda un taller de escritura para niños.

Los pequeños accedían cruzando una puerta con el letrero «Sólo empleados». Escribían, publicaban, leían a sus familiares, brindaban con leche en copas de champán.

La ficción, dice, colonizó un poco el mundo real.

Y aquí viene otra genialidad de Mac.

Escribió un libro sobre un niño que recibe una ballena azul, titulado Billy Twitters y su problema de la ballena azul.

A ver, una ballena azul a tamaño real. Un pequeño problema para un chaval que lleva al colegio a su amigo por las empinadas calles de San Francisco…

En el libro se invitaba a los lectores a que escribieran pidiendo una ballena. Te la enviaban gratis. Tenías 30 días para decidir si te la quedabas o no.

Muchos niños escribieron. Algunos, apostando a que no había agallas de mandar una ballena.

Y Mac contestaba.

No con una ballena, sino con una divertida carta de unos abogados noruegos que explicaban que el envío no fue posible por un cambio en las leyes aduaneras. El animal quedó en un bonito fiordo. Lo describen. Cuentan cómo se alimenta y vive la ballena. Y que, si quieres, puedes llamarla. Porque la ballena es tuya. Y tiene nombre. Y foto.

Los críos llamaban.

Al otro lado, sonidos de ballena, claro.

Los niños dejaban mensajes a su ballena. Algunos durante años.

Un gran ejemplo de unión entre ficción y realidad, pero también de cómo crear vínculos emocionales con tu público y de crear conversaciones.

Es posible que las ideas de Mac hayan conectado algunos puntos en tu cabeza.

Quizá no hoy, quizá lo harán.

Quizá pueda averiguarlo si Mac arregla la máquina del tiempo. Pero, descuida, no contaré a nadie tu secreto del futuro. Sabrás si estuve allí porque te dejaré una ballena de papel junto a tu teclado.

Hasta mañana, salud y mucha tinta.

Michel

P. D.: La charla de Mac es larga (17 min), pero muy divertida e inspiradora. Es un gran contador de historias.

P. D.: Imagino que no vendes ojos de cristal para piratas ni mamut en lata. Si lo haces me sumo a tu equipo. Si no, y necesitas alguien que te ayude con tus textos, también.


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